lunes, 16 de abril de 2012

16 DE ABRIL DÍA CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL



Para hacerse idea de la magnitud y gravedad de esta barbaridad que avergüenza a los países de occidente podemos ver un durísimo documental que se llama “Esclavitud infantil en la India”: http://www.ver-documentales.net/esclavitud-infantil-en-la-india/.
En él se muestra como niños son obligados a trabajar durante jornadas interminables atados a sus puestos de explotación, cosiendo o pegando abalorios que serán comercializados en nuestros países, su situación es desesperada.
Dada la abundancia de nacimientos en los lugares en los que se produce la esclavitud, como la India, en el caso del documental, el valor de los niños es muy bajo, ya que se dispone de ellos en abundancia y adultos sin escrúpulos los explotan sin la humanidad que se puede presuponer.
Se celebra hoy, día 16 de abril, en homenaje a un niño paquistaní, Iqbal Masih, que escapó de la esclavitud y ayudando a salvar a otros niños murió el 16 de abril de 1995 victima de las mafias de explotación de su país 

LAS OVEJAS DE GLENNKILL (Una historia de misterio)



La siguiente novela a comentar es policíaca, solo que los investigadores del crimen que se comete son ovejas.
Este curioso libro de 320 páginas es de la autora Leonie Swann que crea una trama muy divertida y hasta filosófica, en Alemania, su país natal, fue el quinto libro más vendido en 2006.
Nada más ver el planteamiento me intrigó muchísimo y la leí, nos sitúa en una idílica aldea de Glennkill en la bonita Irlanda rural, por las descripciones recuerda los acantilados inmensos de la película la hija de Ryan, allí un pastor aparece asesinado y su rebaño de ovejas comienza a investigar quién ha podido privarlas de los cuidados de su querido pastor.
El autor se pone por completo en la mentalidad propia de una oveja al hacer deducciones y a mitad de las pesquisas no recuerdan que están haciendo o se ponen a comer hierba.
La novela va decreciendo algo en interés hacía la mitad, pero merece la pena terminarla para saber como acaba todo el asunto y que es de las ovejas después de quedarse sin su pastor, el carnicero del pueblo estaría encantado de poder “cuidarlas”, pero hay otras opciones más saludables para ellas.

Extracto del libro, capítulo 1:

—Ayer estaba sano —dijo Maude. Sus orejas se movían nerviosamente.
—Eso no significa nada —repuso Sir Ritchfield, el carnero más viejo del rebaño—, ya que no ha muerto de enfermedad. Las palas no son ninguna enfermedad.
El pastor yacía junto al establo, cerca del camino, en la verde hierba irlandesa, inmóvil. Una corneja se había posado en su jersey noruego de lana y miraba en su interior con interés profesio­nal. A su lado había un conejo con aire satisfecho. Algo más lejos, cerca del acantilado, se reunía el consejo de ovejas.
Habían conservado la calma al hallar a su pastor esa mañana inusitadamente frío e inerte, y se sentían muy orgullosas de ello. Claro que con el susto inicial habían dado algunos gritos irreflexivos: «Y ahora ¿quién va a traernos heno?» O: «¡Un lobo! ¡Un lobo!» Pero Miss Maple se había ocupado con presteza de que no cundiera el pánico. Explicó que, en cualquier caso, a mediados de verano en los pastos más verdes y ricos de Irlanda sólo un tonto comería heno, y que ni siquiera los lobos más astutos les clavaban a sus víctimas una pala en el cuerpo. Y no cabía duda de que se­mejante herramienta sobresalía de las vísceras del pastor, hume­decidas por el rocío.
Miss Maple era la oveja más lista de todo Glennkill. Algunos incluso afirmaban que era la oveja más lista del mundo. Sin embargo, nadie podía demostrarlo. Bien es cierto que había un concurso anual llamado La Oveja Más Lista de Glennkill, pero preci­samente ahí se veía la extraordinaria inteligencia de Maple, pues ésta se negaba a participar en semejantes certámenes. La ganado­ra, tras recibir una corona de tréboles (que podía devorar a conti­nuación), pasaba varios días de gira por los pubs de las localidades vecinas, donde debía ejecutar de nuevo el número que, lamenta­blemente, la había hecho merecedora del título, mientras el humo del tabaco le hacía llorar los ojos y la gente la obligaba a beber Guinness hasta no tenerse en pie. Además, a partir de ese momento su pastor la responsabilizaba de todas las diabluras que ocurrieran en los pastos: la más lista siempre era la principal sospechosa.
George Glenn no volvería a hacer responsable de nada a ninguna oveja. Yacía empalado cerca del camino, y sus ovejas delibe­raban sobre qué hacer. Se hallaban entre el cielo azul marino y el mar azul cielo, junto al acantilado, donde no llegaba el olor a san­gre, y se sentían responsables.
—No era un pastor demasiado bueno —afirmó Heide, que prácticamente seguía siendo un cordero y no podía olvidar que, después del invierno, George le había cortado su prominente rabo.
—Es verdad —dijo Cloud, la oveja más lanuda y vistosa que quepa imaginar—. No apreciaba nuestro trabajo. «Las ovejas noruegas lo hacen mejor, las ovejas noruegas tienen más lana.» Pedía que le enviaran jerséis de ovejas desconocidas de Noruega... Una vergüenza. ¿Qué otro pastor habría ofendido de tal modo a su re­baño?
Se originó una larga discusión entre Heide, Cloud y Mopple the Whale. Este insistía en que, al fin y al cabo, la bondad de un pastor se reflejaba en la cantidad y la calidad del forraje, y a ese respecto no se podía decir nada, absolutamente nada, en contra de George Glenn. Así pues, al final convinieron en que era un buen pastor que jamás había cortado el rabo a ningún cordero, nunca había empleado perro ovejero alguno, les proporcionaba comida en abundancia, sobre todo pan y azúcar pero también alimentos saludables como hierbas, forraje y nabos, y sólo vestía los produc­tos de su propio rebaño, a veces una piel de cuerpo entero de lana tejida. Había que verlo, casi como si él también fuese una oveja.
Así pues, todas tuvieron claro que en el mundo nunca había existido una criatura tan perfecta, y desde luego era una hermosa idea. Se oyeron algunos suspiros y después hicieron ademán de separarse, satisfechas de haber esclarecido todas las cuestiones pendientes.
Pero Miss Maple, que hasta ese momento no había tomado parte en la discusión, dijo:
—Entonces, ¿no queréis saber por qué ha muerto?
Sir Ritchfield la miró asombrado.
—Ha muerto por la pala. Tampoco tú habrías sobrevivido si te hubiese atravesado el cuerpo una cosa de hierro tan pesada. No es de extrañar que haya muerto. —El manso se estremeció un tanto.
— ¿Y de dónde ha salido la pala?
—Pues alguien se la clavó.
Para Sir Ritchfield el asunto estaba zanjado, pero Othello, el único carnero negro del rebaño, de repente mostró interés en el problema….

domingo, 15 de abril de 2012

MATAR A UN RUISEÑOR



La novela de la escritora estadounidense Harper Lee “To Hill a Mockingbird”, habla sobre el acto que supone matar ruiseñores que solo cantan y no hacen daño, matar animales indefensos en una cacería organizada, en concreto hermosos elefantes es como matar a un ruiseñor.



Dicen que hay gustos para todo, pero conocer la economía que gira entorno al sufrimiento de otro ser es algo que sorprende, no acostumbramos a entender ese otro mundo en el que cazadores de gran nivel económico pueden perseguir sus trofeos de caza entre animales que no se caracterizan por su agresividad, sino por todo lo contrario. (A la derecha elefante asiático pintando de la web: (http://www.animalesextincion.es/articulo.php?id_noticia=212)




La justificación de esta actividad es que al regular la caza de estos animales en peligro de extinción se dispone de ingresos que permiten preservar sus hábitat naturales, en lugares como Sudáfrica, Tanzania, Zimbabwe y Botswana, el dinero conseguido se puede invertir en perseguir la caza furtiva y conservar las tierras salvajes, por lo que la muerte preserva la vida.

Dicho esto ¿Quién querría privar de la vida a esos hermosos animales, previo pago y no por motivos de enriquecerse robando sus colmillos, sino por pura distracción deportiva?




La pregunta me recuerda los versos de Sor Juana Inés de la Cruz: “O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: el que peca por la paga o el paga por pecar?